Notas
al margen a manera de comentario público para un enlace en Facebook[1]
Por Raúl Vázquez Espinosa
Fotografías: Lorena Díaz
1.
El
11 de abril de 1985, en el Skidmore College
de Nueva York, George Steiner debatió con tres pensadores que denotaban una
marcada inclinación conservadora. El tema giró en torno al destino de los
intelectuales. Los tres representantes de la derecha (Leszek Kolakowski, Conor
Cruise O’Brien y Robert Boyers) arremetieron
en contra de todos los intelectuales que se “autoengañaron” al seguir los
derroteros de la Unión Soviética, Cuba o por los caminos propuestos por Allende
en Chile. La respuesta de Steiner (1987: 36-37) fue contundente: “Supongan
ustedes que un estudiante se presenta a cualquiera de nosotros, como ya ha
sucedido, y nos dice ahora: ‘Han enterrado gente viva en El Salvador. Ya no
puedo soportarlo. Soy un ser humano y debo hacer algo’ –como lo hicieron en
Inglaterra algunos estudiantes en Cambridge después de escribir alguna nota de
despedida: ‘Me fui a Praga’; y como lo hicieron tal vez sus padres antes de
irse a España. Díganme ustedes qué harían si alguien les dijera: ‘Sé que de
unirme yo a la izquierda todo acabará, si ganamos, en brutalidades estalinistas
de la peor especie; y que de unirme a la derecha el resultado será un coronel
fascista más, o un generalísimo, o cualquier otra cosa por el estilo. No tiene
caso hacer nada, ¿verdad?’. ¿Responderían acaso que estamos obligados, para
madurar, a aceptar el principio freudiano de la realidad?... ¿Qué no hay
elección posible porque, gane la izquierda o la derecha, todo acabará sin
remedio en atrocidad?... ¿O responderíamos, como estamos preparados para
hacerlo dada nuestra profesión, que hay que tomar en cuenta detalles, matices,
y establecer comparaciones? ¿Qué hay horrores y horrores? ‘Era dicha estar vivo
en ese amanecer’, dijo Wordsworth de la Revolución francesa.”
2. Puedo
decir que no es “una contradicción pertenecer a una religión y estar en contra
de sus principales dogmas, y leyes”. En el caso que me ocupa hablo de la
religión católica. No lo es porque cada acción humana está cargada de aciertos
y errores, y esas “contradicciones” (término que etimológicamente significa “oponerse
a algo”) han generado verdaderos movimientos de sedición dentro de las religiones
que las han experimentado. Momentos de revisión de errores, omisiones, muertes
o corrupciones de la peor calaña. Yo hablo, por ejemplo, del Concilio Vaticano
II y no de las pugnas internas, luchas de poder, acciones por consigna,
cabildeos, reformas o separaciones... no hablo de reforma (no Lutero ni
Calvino), ortodoxia (oh, los Boyardos) ni anglicanismo (bah, Enrique VIII),
movimientos que sólo buscaron otra forma de poder institucional. Todo ello no
tiene nada que ver con la opción hacia la humanidad, por la que ciertos grupos
de sedición católica optaron (como los jesuitas marxistas de Ciudad Neza o los
guerrilleros católicos de Nicaragua o los catequistas zapatistas[2]).
Pienso, por ejemplo, en el regreso al cuerpo teórico verdadero del catolicismo, que los
motivó a dejar la curia, la jerarquía que domina y explota, inquisidora y patibularia. Por eso, afirmar o dejar entrever, que la muerte de
Oscar Arnulfo Romero Galdámez (verdadera “protesta contra el sufrimiento real”
−Marx dixit− y que nada tiene que ver
con Lutero) ocurrió por una lucha interna en la estructura de la propia iglesia
y que ese acto, no nos incumbe a todos y todas, es caer en un reduccionismo ingenuo y cargado de cierto matiz intolerante. Porque los ejemplos que
yo empleé, nunca hicieron referencia a divisiones de orden institucional: no
reforma, no ortodoxia, no anglicanismo. Por tal motivo, dividiré, siguiendo a
Marx, las dos vías relacionadas con la acción religiosa. En su Contribución a la crítica de la Filosofía
del Derecho de Hegel, escribió Marx (1974: 14): “El sufrimiento religioso
es, por una parte, la expresión del sufrimiento real y, por la otra, protesta
contra el sufrimiento real.” Entonces, siguiendo esta idea marxista, explico lo
que entiendo por “protesta contra el sufrimiento real[3]”:
cuando a principios de la década de los 80 en El Salvador, en medio de una guerra
brutal entre la guerrilla salvadoreña y el Estado (entiéndase grupos de poder,
ejército, escuadrones de la muerte, soldados norteamericanos, entre otros
representantes del poder local y global), Mons. Romero no pudo soportar más la
muerte, la desaparición, el reclutamiento, el exterminio de la población
salvadoreña y tomó la decisión de no callar, de hablar desde el pueblo, desde
los oprimidos y lejos de la curia católica salvadoreña, lo hizo no sólo por su
iglesia, sino por todos y todas las salvadoreñas (tanto de horizonte católico,
como no católico, ateo, agnóstico, protestante, etc.). Romero, en concordancia
con la encíclica Mater et magistra de
Juan XXIII, que condenó “al neocolonialismo y mostraba que la Iglesia católica
renunciaba a sus vínculos tradicionales con las potencias industrializadas”
(Fazio 1994: 70), alzó la voz para denunciar una guerra entre hermanos que respondía
a intereses ajenos a El Salvador. Lo anterior le costó la vida el 24 de marzo de 1980, por medio de
la “Operación Piña”, llevada a cabo, según los informes (2004: 249), por el Grupo
Miami y relacionados con el Mayor Roberto D’Aubuisson creador de la Alianza
Republicana Nacionalista (ARENA) cuyo lema era, paradójicamente, “Dios, patria
y libertad.” La acción de denuncia de Romero, recuerda a otra ocurrida en Santo
Domingo, que incumbió “a todos los que estamos [perdonar el tiempo] fuera de”
la iglesia católica, en el año de 1511, por voz del padre fray Antonio
Montesinos, que en pleno domingo de Adviento, dijo: Ergo vox clamantis in deserto. Matizó después: “Esta voz os dice
que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y
tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué
justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a aquestos indios? ¿Con qué
autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus
tierras mansas y pacíficas; donde tan infinitas de ellas, con muertes y
estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y
fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades, que de los
excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los
matáis, por sacar y adquirir oro cada día? […] ¿No sois obligados a amallos
como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en
tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos?” Lo mismo puedo decir de
aquellos jesuitas que en los 70, como lo describe Jorge A. Alonso (1988: 278),
acudieron a Ciudad Nezahualcóyotl “con
el propósito de desarrollar su actividad pastoral bajo la directiva de
Medellín. […] La opción de clase de los jóvenes jesuitas […] no era ambigua. La
ideología del equipo incluía cuatro elementos básicos: a) La teoría de Paulo
Freire, que sirvió de puente entre la ideología cristina y el marxismo; b) el
estudio crítico de algunos textos de Marx; c) el estudio de la marginalidad
como fenómeno social típico de toda América Latina y d), una metodología de
acercamiento y relación con la comunidad.” Me interesa resaltar que para estos
jesuitas su trabajo se alejaba de la jerarquía, pero hacía eco de las mismas
voces sedicientes surgidas dentro del propio catolicismo, como el
“aggiornamento” (ventarrón a las bases de la propia iglesia) del Concilio
Vaticano II y la Conferencia de Obispos Latinoamericanos en Medellín (1968). Ahora,
más en corto, cercano a todas y todos nosotros, la acción decidida del obispo
Samuel Ruiz, no puede ser soslayada como una mera intriga dentro de los
entresijos de la iglesia católica. Sus actos y palabras nos incluyeron a todos
y todas, creyentes y no creyentes, políticos o apolíticos. Don Samuel, también,
siguiendo las enseñanzas del Vaticano II y Medellín, se inclinó hacia una
opción por los pobres, alejado de la opulencia de la curia, desarrolló un
camino dictado por el propio aggiornamento
(La vida de los presbíteros 2012:
156): “Porque Cristo, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, para que
fuéramos ricos con su pobreza.” Supongo que enumerar sus actos es una cuestión
de marras. Sólo con citar algunas, su labor estuvo determinada por la acción
consciente y sistemática en el seno de la población más oprimida y que estuvo
asediado, por esa misma causa, por el ejército, por finqueros, guardias blancas
o gobernadores. Don Samuel fue parte central en la conformación de una ruta de
acción y reflexión, que luego fue retomada por movimientos sociales laicos y no
laicos. Para un conocimiento más profundo del trabajo de don Samuel se pueden
consultar los libros Samuel Ruiz: el
caminante (1994) de Carlos Fazio y La
rebelión en Chiapas (2000) de Neil Harvey.
3. A
contrapelo del padre Guillermo Sardiñas, que fue parte de la guerrilla de
Sierra Maestra en Cuba y que luego sería conocido como Comandante, ha habido
otros sacerdotes, que nada tienen que ver con las separaciones que hizo la
reforma protestante ni con la iglesia ortodoxa ni con la iglesia anglicana,
hechos que nada tienen que ver con las verdaderas sediciones y puestas en duda
de los dogmas y las monolíticas leyes de la iglesia católica. Esas “luchas
internas”, no son luchas, son meros escarceos entre poderosos religiosos, que
sin embargo han tenido, también, dignos representantes en nombres como León
Tolstoi, Romain Rolland o Martin Luther King. Más bien, creo, que la verdadera
crítica, la real, no la de ruptura, es aquella que insiste en cambiar la basa
de la curia romana y trata de regresar al catolicismo real, ese despojado de poder,
tal como lo dice el sacerdote Hans Küng, castigado por la curia romana, pero
que no ha renegado de sus creencias, que está a favor del aborto, la eutanasia
y que negó la infalibilidad del papa. Del mismo modo que un cura llamado Jean
Meslier fue punto de partida para el mundo no creyente, con un testamento, una
crítica gigantesca al aparato eclesial, a la episteme judeo-cristiana, a la
curia romana, al ethos católico. En circa 1729 o 1733, muere el cura Meslier,
entre sus objetos aparece su testamento, en el que, como dice Michel Onfray
(2007: 47) con buen tino, “tira mierda a la Iglesia, la Religión, Jesús, Dios,
pero también a la aristocracia, la monarquía, el Antiguo Régimen, denuncia con
violencia inaudita la injusticia social, el pensamiento idealista, la moral
cristiana del dolor, y profesa al mismo tiempo un comunalismo anarquista, una
filosofía materialista auténtica e inaugural y un ateísmo hedonista de
sorprendente actualidad”. En palabras del cura Meslier (2011: 13-14): “¿Os
sorprendéis, ¡oh pobres gentes!, de que la vida no sea para vosotros más que un
fardo de sufrimientos y fatigas? Ello se debe a que todo el esfuerzo y los
sudores del día pesan solamente sobre vosotros, como a los trabajadores del
Evangelio le pesan las cargas del Estado. Sobre vosotros gravitan no sólo
vuestros reyes y príncipes, que son vuestros tiranos, sino toda la nobleza,
toda la clerecía, toda la frailería, unidas a la caterva de picapleitos y los
vampiros de las finanzas y los impuestos y toda la gente ociosa e inútil que
hay sobre la tierra. Todos ellos y sus criados y servidores viven de los frutos
de vuestro amargo trabajo”. Estoy de acuerdo con él. Con su aportación, con su
sedición verdadera y no “laica”.
4.
Repito,
estas sediciones dentro de la misma iglesia nada tienen que ver con la reforma
o la ortodoxia o el anglicanismo. Estos momentos de crítica (como Romero o
Montesinos) surgen desde el mismo horizonte católico y nos competen a todas y
todos. Son momentos de agitación tal que incluso superan al textual Jesucristo,
del cual no hay pruebas verdaderas de su existencia más allá de Tácito, Plinio el Joven
o al tergiversado Flavio Josefo, ya que en realidad lo que vemos, en la
historia real, es a Hillel el Viejo (un pensador judío) y su teología de amor al
prójimo como a uno mismo y a la visón esenia del judaísmo. Dice Paul Johnson
(1991: 134): “Para Hillel, la esencia de la Torah era su espíritu: si uno
acertaba en la cuestión del espíritu, el detalle cuidaría de sí mismo. La
tradición comparaba la cólera y la pedantería de Shammai con la humildad y
humanidad de Hillel [¿les recuerda a alguien?], pero lo que mejor se recordaba
era el ansia de Hillel por lograr que la obediencia de la Ley fuese posible
para todos los judíos y los conversos. A un pagano que dijo que se convertiría
en judío si podía enseñarle la Torah mientras se sostenía sobre un pie, según
se afirma, Hillel le contestó: ‘No hagas a tu prójimo lo que es odioso para ti:
eso es toda la Torah. El resto es comentario… ve y estúdialo.’” Sin embargo, y
a pesar de Hillel y Cristo, el judaísmo siguió su curso. Hillel es leído
todavía, tal vez, transfigurado en Jesús. Entonces, ninguna reforma es
verdadera sedición, ninguna reforma vale nada y yo nunca las mencioné. Cuando
afirmé que los movimientos católicos habían estado cerca de los pobres,
nosotras y nosotros, lo dije no por Lutero o Calvino, sino por Romero, Méndez
Arceo, Camilo Torres o Samuel Ruiz.
5. Sobre el EZLN y
la afirmación de que “ya fracaso (Sic) no hay guerra que pueda durar mucho
tiempo, y ese motor de cambio se ha convertido en una organización más de las
decenas que hay en Chiapas”, me parece injusta y sin fundamento, ¿en qué me
puedo basar para afirmar tal cosa? Si bien muchas de las comunidades que se
separaron del movimiento zapatista lo hicieron por que ellas eran las guías de
su propia organización y así lo decidieron, y no han podido recuperar una
estabilidad social que las reorganice (e. g., Sushilá, Ocosingo y su avatar
Nuevo Sushilá), eso no quiere decir que las que se quedaron hayan fracasado por
el sólo hecho de hacerlo o por ser de orientación católica. Ahora bien, si uno
recuerda y, además, abre los ojos al contexto, digamos, de los Altos de
Chiapas, nos podremos dar cuenta que el haber, en casi todos los Municipios
Autónomos Rebeldes Zapatistas (MAREZ), erradicado el alcoholismo es algo que trastoca
una parte sustancial en la ontología de las comunidades en Chiapas, por la
fuerza opresora que representa el alcoholismo. Esto lo podemos, más o menos,
comprender con lo expuesto en el libro Antropología
del alcoholismo en México (1991). De manera similar, las comunidades
protestantes también han intentado erradicar el alcoholismo dentro de sí
mismas, pero no como una reflexión de orden social, sino como un hecho de orden
moral (cosa que por otro lado tampoco es un equívoco). Vuelvo al tema, en lo
personal, luego de ver los estragos que el alcohol ha hecho en las familias de
mis alumnos, pienso que no es un logro mínimo el haber erradicado esa práctica
en los MAREZ. Otro logro, es el papel que, poco a poco, gana la mujer dentro de
la comunidad zapatista. La participación de la mujer, que en una comunidad no
zapatista es “casi” inexistente (y aquí sea protestante o católica), en las comunidades
zapatistas se ha visto fortalecida. El lugar que ahora tienen las mujeres en
sus comunidades zapatistas no lo ha logrado ningún programa de gobierno ni
ningún estudio de universidad ni ninguna novela de canal 10 o programita de
radio, se ha trabajado todos estos años, la han sufrido y vivido las mujeres
zapatistas y eso no es un fracaso, pienso por ejemplo en la cooperativas de
mujeres o en las milicianas, en las promotoras culturales o de salud y
educativas, pienso en la Ley de las Mujeres (Rovira 2007: 201). En otro
sentido, el hecho de que la mierda de escolaridad, de salud, de comercio, de
vida que el gobierno nos ofrece, el nivel de aplastamiento otológico en el que
vivimos no se vive en las comunidades zapatistas de la misma forma en que la
vivimos, nosotras y nosotros, es un logro. Creo, que un buen texto para
comprender los avatares del zapatismo, logros y problemas, es el escrito por
Marco Estrada Saavedra: La comunidad
armada rebelde y el EZLN (2007). Por otro lado, el fracaso, y creo que eso
lo provocó nuestro bajo nivel de compromiso críco, es la exposición mediática
de los voceros. Eso ya fue dicho hasta al cansancio por el derechista libro de
Bertrand de la Grange y Maité Rico: Marcos,
la genial impostura (1998); además del timorato texto de Guillermo Samperio:
Marcos, el enmascarado de estambre
(2011); o el más crítico pero que no oculta sus filias de Vázquez Montalbán: Marcos: el señor de los espejos (2000).
Todos ellos y ella, dicen una y otra vez, lo que es una verdad de Perogrullo,
que el movimiento fracasó en su exposición mediática, por decirlo de otro modo,
en su roce social. Pero afirmar que por su filiación católica fracasó, es un
equívoco. En qué datos se puede sustentar esa mera afirmación, en qué
argumento. No es un fracaso que gran parte de los catequistas de don Samuel Ruiz
se fueron al zapatismo y que su más grande cimiento el “mandar obedeciendo” es
parte de un versículo (Mateo 20 26-28) de la biblia: “Sabéis que los jefes de
las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con
su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser
grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre
vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha
venido a ser servido, sino a servir a dar su vida como rescate de muchos.” Este
versículo, entre los tres que aparecen en el nuevo testamento, y los
catequistas rebeldes, no hacen al zapatismo un fracaso. Más bien, le otorga una
cierta genealogía, como al textual Jesús se la dio Hillel el Viejo. Nada hay
ahí que los lleve a una visión fracasada de la “liberación”, en todo caso, si
hubo y habrá comunidades zapatistas que fracasen no será por su catolicismo,
sino por el estrangulamiento que sufren por parte del gobierno (tanto económica
como políticamente), el encarcelamiento de sus milicianos, bases de apoyo,
promotores o, incluso, adherentes, por el hostigamiento militar, el error
mediático del propio zapatismo, la abulia nuestra, el fanatismo, las y los grouppies,
las y los hippitekas, las y los falsos redentores, las y los anarquistas de
plaza de armas, los teóricos y teóricas de gabinete o de evento multitudinario,
de convenciones o de viajes relámpagos; ese tal vez, haya sido otro error del
zapatismo, darnos cabida en su avanzar. Porque, además, perfecto, no hay guerra
que dure, y así, como dijo Eduardo Galeano (2000: 12): “los fusiles zapatistas
quieren ser inútiles. Este no es un movimiento enamorado de la muerte, no
siente el menor placer en disparar tiros y ni siquiera consignas, y tampoco se
propone tomar el poder. Viene de lo más lejos del tiempo y de lo más hondo de
la tierra: tiene mucho que denunciar, pero también mucho que celebrar. Al fin y
al cabo, cinco siglos de horror no han sido capaces de exterminar a las
comunidades, ni a su milenaria manera de trabajar y vivir en solidaridad humana
y en comunión con la naturaleza.” Romanticismo de más, Galeano nos recuerda que
la idea no es hacer la guerra, es cambiar las formas de vivir, de afrontar, con
resistencia, al mundo basura que estamos acostumbrados a habitar. Ese es el mismo
mundo basura que como escribieron los zapatistas en un comunicado del ya lejano
enero 11 de 1994 (2003: 79): “El EZLN no busca que gane un partido o que gane
otro, el EZLN busca que haya justicia, que haya libertad, y que haya democracia
para que el pueblo elija a quien mejor le acomode su entender y que esta
voluntad, cualquiera que sea, reciba respeto y entendimiento de los mexicanos
todos y de otros pueblos.” Creo, que si esto no se alcanzó en lo nacional, por
lo menos, en lo comunitario, en cada municipio zapatista se trabajó y trabaja
para esa libertad. Y si esto suena a teología, pues se explica con las palabras
que don Samuel Ruiz les dijo los periodistas italianos Guido Camú y Dauno
Tótoro: “Que alguien me explique qué es la teología si no es la búsqueda de la
liberación. En el mundo donde hay sufrimiento, producto de la injusticia y la
miseria, ningún cristiano puede encontrar su camino de fe si no reconoce a
Cristo entre los más pobres. Para hablar de liberación no se necesita más que
del Evangelio.” Eso creía don Samuel, si bien, yo no comparto esa visión, la
comprendo, quien haya leído a conciencia los caminos de lo escrito por el viejo
catolicismo, entenderá que ese cuerpo teórico no es la curia romana y sus
jerarquías (que dominan, explotan y someten en busca de poder). Si bien, yo no
comparto la visión, sí entiendo que estos hombres y mujeres, hartos de la injusticia, se hayan
atrevido a acudir al consuelo y acción del pueblo sometido, con su cuerpo
teórico y su horizonte conceptual, pero entendiendo como salvación no la de los
católicos, sino las de todas y todos los humanos. Porque don Samuel sólo siguió
su dogma, que le dijo (La vida de los
presbíteros, ibídem): “Porque
incluso una cierta comunidad de bienes, a semejanza de la que se alaba en la
historia de la Iglesia primitiva, prepara muy bien el terreno para la caridad
pastoral; y por esa forma de vida pueden los presbíteros practicar
laudablemente el espíritu de pobreza que Cristo recomienda.” Así, don Samuel
(1994: 49) reconoce en la lucha de los zapatistas: “veo en la lucha de los
indígenas una captación y una acción concreta relacionada con el mensaje
cristiano. Un aspecto donde se ve claramente la influencia de nuestra iglesia
es en las expresiones y en las demandas y actitudes que han tenido los miembros
del EZLN en estos tiempos, donde señalan que sus demandas no son únicamente
para ellos, que piden justicia y libertad para todos los oprimidos. Esta es una
muestra de generosidad cristiana”. Y si el zapatismo no logró llevar esa
justica para todos y todas, no fue por ellos, fue por todo el aparato militar,
mediático y empresarial del Estado. Ninguna lucha ha alcanzado todo lo
propuesto, pero han dado pasos, pequeños, pero pasos al fin. Por qué reconozco
la labor de ayuda de los sacerdotes o movimientos de inspiración católica,
porque ellos fueron los únicos que sistemáticamente y, fuera del poder del
Estado y de su propia jerarquía eclesial, se atrevieron a acercarse al pueblo,
respetando siempre sus particularidades, cosa que los movimientos actuales han
retomado. Así como el Centro Indígena de Capacitación Integral (CIDECI) tiene
orientación católica y eso no le ha impedido ser un referente moral y ético, en
su relación con las comunidades pobres desde antes del zapatismo, pero ahora en
diálogo constante con el mismo movimiento. O como lo explica el Dr. Raymundo
Sánchez Barraza (2009: 25-26): “Dedo también ser honesto, nuestro proyecto es
un proyecto de inspiración cristiana, también lo tengo que reconocer, no puedo
negar la cruz de mi parroquia. Pero si somos un proyecto de inspiración cristiana,
también es decir que aceptamos los retos y el desafío del mundo contemporáneo,
es decir, estamos abiertos al diálogo ecuménico y es más, estamos abiertos a la
parte más dura que es el diálogo interreligioso, aquí en este espacio no sólo
hay cristianos de una sola confesión, los hay de muchas confesiones y
aprendemos también, en la interculturalidad, a aprender la práctica de la
tolerancia de otro modo.” Y me perdonarán la larga cita que viene ahora, pero
me parece una contextualización necesaria, explica el Dr. Raymundo: “Pero en
esa inspiración de carácter cristiano hemos buscado unas raíces profundas. Este
proyecto tiene sentido porque hemos ido atrás a mirar cuáles han sido las
experiencias que en esta tradición permitieron a los pueblos de América, o a
algunos pueblos de América, sobrevivir y mantener su identidad y resistir.
Descubrimos, gozosamente allá por los años ochenta gracias a las
investigaciones de ese gran americanista que fue don Silvio Zavala, que Vasco
de Quiroga con lo que hizo contribuyó con los hospitales de la Santa Fe a que
los pueblos de Michoacán, los pueblos purépechas, no perdieran su identidad ni
perdieran hasta donde han podido su territorio, sus costumbres, y ellos lo
recuerdan. Descubrimos, además que Vasco de Quiroga se inspiró para esos
proyectos en la utopía de Tomás Moro, luego investigamos lo de los jesuitas en
las reducciones en el Paraguay y descubrimos también que ellos como renacentistas
se inspiraron en la utopía de Tomasso Campanella, la utopía del orden, la utopía
de la Cita del Sole, de ahí tomamos la raíz de lo que queríamos hacer, sin
buscar cositas de impacto rápido, ni la eficiencia del cortísimo plazo,
planteamos algo más grande pero que tuviera raíz, que tuviera densidad
histórica. Vimos de ahí algunos elementos, pero a estos elementos les
combinamos lo que nuestro tiempo, lo que nuestra contemporaneidad nos daba, la
crítica al desarrollo y la crítica a los programas de lucha contra la pobreza,
y la crítica profunda, la que hacía la crítica hacia los conceptos claves de
estas últimas décadas de la modernización capitalista: el desarrollo, la
pobreza, el Estado, los partidos, etc. De esa feliz conjunción es donde salen
estos proyectos y sin negar que la matriz original inspiradora y sostenedora es
la inspiración cristiana, abierta al ecumenismo y abierta radicalmente al
diálogo interreligión.” Y en ese sentido, ni el CIDECI ni los zapatistas han
fracasado o se autoengañaron al no soportar la miseria y muerte que los rodeaba.
No han fracasado cuando la guerra está viva y se libra diariamente, como
escribió el poeta Cintio Vitier: “Vivir, en suma, para nosotros es hacer la
revolución.” No creo que de frente a una guerra, como la descrita por el propio
Marcos (200: 323): “No se trata de una eliminación física, sino más bien de una
eliminación de una cultura diferente. Lo que se persigue es destruir, aniquilar
todo referente indígena de estos pueblos. El delito es cuádruple: existen (y en
el neoliberalismo la existencia de la diferencia es un delito), no responden a
las leyes del mercado (no tiene tarjetas de crédito, no conciben la tierra como
mercancía), habitan sobre sobre un territorio pleno de riquezas naturales […],
y son rebeldes”, no creo que sea fácil resistir, pero ahí están. Entonces, como
dijo el padre Chuy (2009: 60): “Ha sido difícil la cuestión del alcohol, ha
sido difícil porque hay fuertes intereses, yo eso también lo veo como parte de
la guerra, es decir, no sólo veo militares, es una estrategia más amplia, veo
rumores, veo alcohol, situaciones que tienen un objetivo y están acabando al
pueblo, no sólo limitan la conciencia sino acaban al pueblo.” Yo imagino, que
un movimiento que resiste, sea desde el catolicismo o no, la embestida general
de la guerra diaria, de la guerra bestial que el poder ha emprendido desde hace
siglos frente a lo que no es blanco, anglosajón y protestante, tiene la fuerza
necesaria para no ser una organización más de las tantas que hay en Chiapas, no
veo a ninguna organización[4] que
haya podido liberarse del monolito de la secretaría de educación, de la
secretaría de salud, de las secretarías de Estado en general, del accionar
neurótico de poder global. Resistir, en ello se va el tiempo en las comunidades
zapatistas. Porque visto de otro modo, resistir, para ellos, es vivir y no ser
un juguete mediático o rehén de los bien intencionados (de centro de acopio)
que como yo, por ejemplo, nos acercamos a conocer, a saber el movimiento zapatista
e incluso a involucrarnos, pero que nunca nos comprometimos realmente o que no
comprendimos que lo mismo debía surgir en nuestro barrio, con nuestra familia o
en nuestro trabajo o escuela. Los zapatistas han ido lento y paso a paso, en un
proceso de autonomía. Misma que les ha costado retrocesos y contradicciones,
pero como apunta Gilberto López Rivas (2005:70): “De la misma manera, la
necesidad imperiosa de romper con la dependencia del exterior, aunque se
sostenga en instituciones y organismos que actúan de ‘buena fe’, ha generado
que las propias comunidades zapatistas cuenten hoy con un programa educativo
que funciona mediante promotores educativos surgidos de las comunidades, y que
se dedican a tiempo completo a impartir cursos de nivel básico en las escuelas
construidas y administradas por las comunidades en resistencia. De esta manera,
intentan romper con el lastre del asistencialismo, aunque se presente como
‘social’, que desde la época de los setenta se originó en los escritorios de
las burocracias gubernamentales para ‘integrar’ a los indios ‘al mundo del
desarrollo’.” Los zapatistas caminan, lento y con tropiezos, con errores y
tanteos, pero siguen y se fortalecen en el habitar la resistencia, en soportar
el hostigamiento, en soportar la “buena intención” de las y los visitantes y
ayudas de fuera, están, y eso, es ya no un fracaso, porque, por otro lado,
hablar de fracaso es hablar con los términos de capitalismo, es someter al ISO
9000 y tanto, al zapatismo, es emplear la vara empresarial y no crear
herramientas conceptuales que no busquen el éxito del movimiento, sino la
comprensión, el entendimiento, la relación dialógica entre “el” nosotras y
nosotros. Es tiempo de dejar de medir todo por medio de la calidad, el fracaso,
la mejora, el desarrollo, el cambio (desde la empresa), el progreso (tanto
marxista como liberal), entre otras medidas que la ONU, la UNESCO, la OMS, el
BM, el FMI, la OMC, la OCDE, los grupos G’s; en fin, toda esa mierda que al fin
y al cabo se cimienta en un andamiaje sólo de mercado. Y, bueno, aquello que no
genera poder, sometimiento, como el CIDECI, repito o, incluso, el zapatismo (en
menor medida), no son llamados a formar parte del mundo simulacro que occidente
ha creado para sí mismo. Me disculpo por haber empleado la palabra “logro”
referida a los zapatistas.
Pd.
Recapitulo, los movimientos sociales han tenido, normalmente, dos vías de
acción (tal como lo dijo Marx), una que genera sufrimiento real y otra, que
protesta contra ese sufrimiento real. Tanto Rusia como Cuba o el catolicismo,
han sido PODER que ha generado sufrimiento real, pero, también han sido
movimientos en protesta contra ese sufrimiento real. No niego a Rusia, tampoco
a Cuba o al catolicismo sedicente, su horizonte militante, guerrillero,
comprometido, verdadero. Tampoco olvido, nunca, sus mierdas, sus muertes, sus políticas
inhumanas. Reconozco lo que hacen, lo que crean, lo que destruyen. En esta
línea, entiendo que no hay un poder, hay diversos poderes (Dussell ibídem, y Alonso, Jorge 2009: 118) que
comúnmente son opresores (como las iglesias, los totalitarismos, los fascismos,
los redentorismos), pero que de ese mismo poder, surgen personas que no
soportan el sufrimiento real y se oponen a él, se contradicen, se cuestionan y
levantan, tanto en contra del poder que representan ellos y ellas mismas, como
de todo poder que explote y domine.
A. Alonso, Jorge, “La iglesia y los movimientos
urbanos populares. Un estudio de caso en Ciudad Nezahualcóyotl”, en: Los movimientos sociales en el Valle de
México, UNAM/CIESAS, México, 1988.
6.
No
desconozco los horrores del catolicismo bestial, su participación, junto al
Estado, en el sometimiento de los pueblos y su acción enceguecedora y maniquea.
Incluso lo detesto y no creo en ninguna institución que tenga poder, tengo
claro el tipo de torturas que la inquisición practicó; sin embargo, son las
mismas aplicadas por nuestras grandes naciones-esperanzas de salvación que
tuvieron el poder. Pienso en el exterminio ucraniano[5]
llevado a cabo por la Unión Soviética (el famoso Holodomor), los Gulag[6]
(campos de concentración rusos), la Gran Purga (que acabó con casi todos los
miembros del partido Bolchevique inicial), las limpiezas étnicas (kazajos,
gitanos, judíos, polacos) y la infiltración del Estado en la vida de cada
persona en Rusia; pienso en las torturas, los campos de reorientación para
homosexuales en Cuba, su expulsión de la isla (el éxodo de Mariel[7])
en la humana y socialista Cuba; pienso en los miles de muertos y torturados por
la Operación Cóndor en América del Sur gracias a las bondades del capitalismo
imbécil; pienso que nuestras esperanzas, oh Steiner, no eran en vano y sin
embargo, intentaron ser aplastadas por el poder soviético o católico, pero
siempre, en el fondo, hubo sedicientes, algunos críticos como Trotsky, e. g., o
Camilo Torres o Romero o el Che[8]
(incluso él), que pusieron en entre dicho sus propios dogmas y leyes. Y no se
trata de negar o hacerme el conservador, pero la iglesia católica, contrario a
lo que se dice, no “adquirió más poder, dinero, y territorios, en la Edad Media
ni por sus acuerdos con reyes ni por las villas que sometía. En primer lugar,
durante los tres siglos que pudo hacerlo, la inquisición[9]
mató a 25000 personas[10],
número muy bajo al Holodomor de Stalin (que en el 2010 dejó de ser llamado
“genocidio ucraniano”, porque no se trató de una muerte sólo de ucranianos,
sino de todos los rusos que no se alinearon al proyecto rural de Stalin), el
gran liberador del mundo, que para actuar como Sartre, escribiré la cifra: 3
millones de muertos. Si bien, eso no los quita de culpa, lo que digo es que
hemos aprendido, gracias a los protestantes gringos, a no entender a la
inquisición, pero sí a esa visión parcial, una falsa medida de los actos
católicos[11];
así como los puritanos que en Inglaterra mataron a más de 30000 personas en un
siglo, así como el capitalismo mató 70000 personas (sólo por decir la menor
cifra) en un sexenio en México. Creo que denunciar las atrocidades, pasa por
una lectura crítica y atenta, no superficial, sesgada y morbosa de la historia,
pienso que no se trata sólo de decir. Siempre la jerarquía, el poder, ha hecho
lo mismo, desde las torturas de la inquisición hasta el Gulag estalinista[12].
Se trata de no callar, como lo hizo Trotsky (con sus limitantes) o el Antonio
de Montesinos en Sano Domingo. No se trata de jugar al crítico, sino al
verdadero veedor de la realidad y no
caer en el relativismo filosófico, se trata de señalar, pero también de
reconocer, entre la muerte, a aquellos que desde cualquier punto se negaron a
reconocer el homicidio que el poder les impuso. Nada es “negro y blanco”.
7.
Si
bien, como dijo Huizinga (2004:) en su clásico libro: “La vida entera estaba
tan empapada de religión [en la alta Edad Media u otoño de la Edad Media] que
amenazaba borrarse a cada momento la distancia entre lo sagrado y lo profano”,
en este sentido, claro, la religión se robustecía, era un juego de poder que
estaba al alcance de los reyes o señores que oprimían a la masa ignorante (como
hasta ahora). Sin embargo, incluso ahí, se cristianos que se negaron a
ser parte de ello, cristianos que bajo la imagen del Jesús textual encuentran, el Hillel
católico, se acercaron a la villa, al pueblo. Hombres y mujeres que sin
importar nada acudieron al llamado del mundo y no de la jerarquía ni tampoco de
reformitas o cambios de giro en el negocio como los ortodoxos o los anglicanos
(cosa que por otro lado ya fue descrito por Max Weber en su texto La ética protestante y el espíritu del
capitalismo). Pienso, precisamente, en Francisco de Asís, que como dijo
Leonardo Boff (1982: 37-38): “constituye la representación (Gestalt) más cristina, en toda la historia
occidental, de aquellos sueños, aquellas utopías y aquel modo de relacionarse pan-fraternalmente
que hoy en día andamos buscando. […] Lo que más impresiona al hombre moderno al
abordar la figura de Francisco de Asís es su inocencia, su entusiasmo por la
naturaleza, su ternura para con todos los seres, su capacidad de com-padecerse
de los pobres [además de vivir y morir pobre], y de con-fraternizar con todos
los elementos, incluso con la propia muerte”. No niego la participación de la
iglesia católica en la consumación de un horizonte monárquico, patriarcal y
conservador (a contra corriente del protestantismo que es capitalista, crítico
por consigna y patriarcal), es más bien, que dentro de la misma iglesia, y lo
repito ad nauseam, existen hombres y
mujeres (Clarisa e. g.) que se acercaron al mensaje verdadero de su religión,
aquel sepultado por siglos de dominación monárquica, y rescataron para el mundo
una posibilidad de liberación y de convivialidad (Boff dixit) humana. La Edad Media ha sido satanizada (por ejemplo Kirkpatrick
Sale), como ese tiempo en que todo era terror e ignorancia; pero si entendemos
bien la realidad, encontraremos que el siglo XX (racional, científico y laico)
se lleva por mucho en muerte, hambre, pobreza, miseria, poder, riqueza y
dominio a la Edad Media. Francisco de Asís, por ejemplo, tuvo que habitar un
mundo que era el antípoda de su forma de vida. Nos dice Hans Küng (El País, 2013): “Todo eso habría
alegrado a Francisco de Asís y es lo contrario de lo que representaba en su
época el papa Inocencio III (1198-1216). En 1209, Francisco fue a visitar al
papa a Roma junto con 11 hermanos menores (fratres
minores) para presentarle sus escuetas normas compuestas únicamente de
citas de la Biblia y recibir la aprobación papal de su modo de vida ‘de acuerdo
con el sagrado Evangelio’, basado en la pobreza real y en la predicación laica.
Inocencio III, conde de Segni, nombrado papa a la edad de 37 años, era un
soberano nato: teólogo educado en París, sagaz jurista, diestro orador, inteligente
administrador y refinado diplomático. Nunca antes ni después tuvo un papa tanto
poder como él. La revolución desde arriba (Reforma gregoriana) iniciada por
Gregorio VII en el siglo XI alcanzó su objetivo con él. En lugar del título de
‘vicario de Pedro’, él prefería para cada obispo o sacerdote el título utilizado
hasta el siglo XII de ‘vicario de Cristo’ (Inocencio IV lo convirtió incluso en
‘vicario de Dios’). A diferencia del siglo I y sin lograr nunca el
reconocimiento de la Iglesia apostólica oriental, el papa se comportó desde ese
momento como un monarca, legislador y juez absoluto de la cristiandad... hasta
ahora.” Sin embargo, esa Edad Media bestial y monárquica, jerárquica, curial y
conservadora, que tiene cabida en los entresijos del poder, no es ni de cerca
lo totalitaria que ha sido la modernidad. Y en ese sentido, en el siglo XX se
creó el término “genocidio” (Raphäel Lemkin la creó en 1944). En ese sentido se
han hecho atrocidades que ninguna época antigua conoció. La Edad Media[13]
no dio a los sacerdotes el poder que ahora tienen ciertos países, algunas
empresas, algunos hombres y mujeres que tienen el capital para destruir
naciones o ganancias superiores a toda Latinoamérica. Inocencio III, nunca soñó
ni de cerca, en su “Edad Oscura”[14]
tener el poder que ahora tiene, pensemos, Emilio Azcárraga.
8.
Hay
un catolicismo menos visible, que se le niega la posibilidad de ser verdaderamente
“protesta contra el sufrimiento real”, es el que subyace en el pueblo[15], el que se recrea y convive con todas y todos, franciscano
o que se esperanza con, por ejemplo, el marxismo (Camilo Torres ) o se abisma
en la acción verdadera y política (Samuel Ruiz). Esa manera de enfocar su
religión, es lo contrario a las pugnas internas de la institución, las pugnas
por el poder, por la mierda del poder como fueron la reforma, la ortodoxia y el
anglicanismo y el conservadurismo católico y la teología curial o de Universidad
Gregoriana. Eso no tiene nada que ver con la acción de las personas que dieron
su vida por los otros y otras. De la curia romana ha salido lo peor, lo que
Marx (“recuperando” a su buen amigo Heinrich Heine que dijo “la religión era el
opio del espíritu”) denominó como el opio de la sociedad o del pueblo (él tan
creyente del alma, sólo hay que leer sus poemas a Jenny para comprobarlo).
Claro, es el opio, el alcohol, el veneno de la posibilidad de ser; no la
religión per se, es la curia, el rey,
el burgués (en su momento), la aristocracia y ahora, la empresa, las naciones, los
que han sometido a los hombres y mujeres al grado de hacerlos creer que la
visión del mundo laico, capitalista, corporativo y democrático[16],
es la única vía de salvación, el final de la historia que con tanta religiosidad
nos impuso occidente: el tan anhelado comunismo de la gran narrativa marxista y
leninista y que con mística absoluta el marxismo nos vendió o el mundo liberal (de
Adam Smith o Von Hayek) que el mercado impuso. Pienso que quien no se hace de
su fragmento de poder, como el CIDECI o los teólogos de la liberación, no son
tomados en cuenta por los grandes discursos de la salvación humana. Por un lado
el Hegel (y Fukuyama, Von Hayek y Friedman) del Estado liberal y neoliberal y
por otro el de Marx[17]
(y de Stalin y claro Lenin y el Che y Camilo Torres o Gustavo Gutiérrez) de un
sistema comunista, el fin de la historia. Hacia dónde marchar entre estos dos
gigantes de la salvación humana de místicos horizontes[18].
9.
Si
la teología de la liberación se acercó a los pobres no fue con la misma
intención con que lo hace la curia romana, ni es un engaño (pregunto por qué
sería un engaño), la intención, como escribió Gustavo Gutiérrez (citado
por Gogol 2004: 111): “La realidad
latinoamericana, el momento histórico que atraviesa América Latina, es
profundamente conflictual […] Ante el proceso de liberación, la iglesia
latinoamericana se halla fuertemente dividida […] En América Latina, la iglesia
debe situarse en un continente en proceso revolucionario […] No juzgarla en
favor de los oprimidos es hacerlo en contra”. Gutiérrez, uno de los iniciadores
de la teología de la liberación, llama a entender que la única vía es formar
parte de proceso revolucionario. O como dice Eugene Gogol[19]
(2004: 111): “Todo, desde la iglesia hasta la realidad opresiva en todas sus
formas sociales hasta la teología misma, es visto a través del prisma de
proceso de liberación”. No veo, entonces, el engaño. Ni por su dogma, que los
impulsa a la liberación, porque el
textal Jesús así lo hizo, siguiendo al carnal Hillel el Viejo, luchó por
y desde los pobres. Que para mí no sea el camino, no deja de darme en que
pensar el profundo proceso de dolor y reflexión a que estos hombres y mujeres
se vieron sometidos. Al ver el mundo tal cual, al ver la miseria como don
Samuel Ruiz o Romero o Montesinos, no pudieron soportar y no optaron por la
ayuda desinteresada y fraternal, no; optaron por la acción sistemática, política,
guerrillera y militante.
10. Si aun así se
les niega la posibilidad de ser partícipes de la toma de conciencia a los
católicos citados, los que no soportaron la miseria de la humanidad, pues, qué
decir, no veo salida a la ceguera consciente, aquella que el poder nos ha
impuesto, para negar a los hombres y mujeres que se acercaron verdaderamente a
los y las oprimidas. Porque en verdad creo como creyó Emmanuel Levinas (1993:
19): “Las significaciones traídas por el lenguaje deben justificarse en una
reflexión sobre la conciencia que las apunta. Toda metáfora que el lenguaje
hace posible debe reducirse a datos que el lenguaje, según se sospecha, deja
atrás abusivamente.” Y así, tal vez, mediante la reflexión podemos recuperar los
espacios de revuelta, yo estaría tentado a pensar, como lo dice Julia Kristeva
(1999: 16) en que “la revuelta, como vuelta-retorno-desplazamiento-cambio, es
la lógica profunda de una cultura que yo quisiera rehabilitar pues su agudeza
me parece hoy amenazada”. La única opción que yo veo, es la de tomar nosotros
mismos el control de nuestra existencia. Yo no soy racional, científico y
laico. Intento partir de la experiencia sensible (Kristeva dixit) que se me ha negado por ser hombre, patriarcal y sometido;
de la reflexión que humanamente se acerca al conocimiento como vida intelectiva
(que no espiritual) y laico, tal vez, y sólo en el reconocimiento que tengo de
proyectos como el CIDECI o la teología de la liberación o Romain Rolland o Tolstoi
y el cuerpo teórico que los fundamenta en lo humano y no en lo institucional.
Porque el poder, sea de izquierda o de derecha, ha generado mierda y yo, aunque
lo sé, no puedo soportar la agonía de la humanidad. Sin embargo, hay que saber
que el poder, venga de donde venga, ha hecho con nosotros lo que ha querido. Ya
lo dijo Roque Dalton:
A mí me expulsaron del Partido Comunista
mucho antes de que me excomulgaran
de la Iglesia Católica.
Eso no es nada:
a mí me excomulgaron de la Iglesia
Católica
después que me expulsaron del Partido
Comunista.
¡Puah!
A mí me expulsaron del Partido Comunista
porque me excomulgaron en la Iglesia
Católica.
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[1]
Las citas sin referencia o
dato alguno, forman parte de los comentarios surgidos en la discusión sobre una
nota que da cuenta del envío de 3000 rosarios católicos, por parte de una ONG española
a Filipinas tras el tifón Haiyan, enlazada en una cuenta de Facebook. Por tal
motivo, pido compresión por el orden poco lógico de los temas, incluso, de que se traten varios temas sin relación aparente.
http://noticias.lainformacion.com/politica/ayuda-internacional/ong-catolica-envia-3-000-rosarios-a-las-zonas-afectadas-por-el-tifon-haiyan_gPgSNLoBIxyNzGLXkTaGl5/
[2][2] No nombro a los cristeros porque
ellos, manipulados o conscientes, pertenecían a un movimiento curial y
jerárquico.
[3] Entiendo por sufrimiento real a
aquel que la propia iglesia católica genera. Sufrimiento que la jerarquía eclesial ha
desarrollado sobre la población oprimida y su relación con el colonialismo, las
reducciones étnicas, la destrucción de culturas diferentes, el aniquilamiento
intelectivo de los hombres y mujeres que no han tenido ni tuvieron nada que ver
con la episteme judeo-cristiana.
[4]
Ni el MOCRI ni la CIOAC
(independiente y no independiente) ni la OCEZ ni la OPEZ MLN ni los sindicatos de maestros u
obreros… ahí están los hijos de esas organizaciones recibiendo la educación, la
salud, el comercio, las reglas del Estado. Eso, tal vez, no parezca nada, pero
lo es cuando se mira en retrospectiva y se piensa en lo que nos ha
dejado estar en manos del Estado.
[5]
La hambruna, que Trotsky
denunció en su momento, llevada a cabo de manera artificial o soslayada por
Stalin, mató a gran parte de la población ucraniana por no querer formar parte del
proceso de expropiación del campo ruso, según las investigaciones murieron
entre 3 y 8 millones de ucranianos. Datos de los propios países involucrados. Sin embargo, estos actos de hambruna han sido negados, así como el holocausto nazi fue negado por los "revisionistas". Sin embargo, conciencias desde la izquierda (Sartre e. g.) reconocieron la existencia del Gulag ruso, la Gran Purga y las acciones de Rusia emprendidas contra movimientos similares a los de Praga en 1968.
[6]
Alexandr Soljenitsin
(1974: 491) a propósito de un traslado a un Gulag ruso: “Renunciando despreocupadamente a
la luz del sol diurno, el convoy se sirve de unos soles nocturnos: de unos
reflectores. Sus ventajas consisten en que se pueden dirigir hacia donde se
desee: allí donde se apiñan los asustados presos que esperan la orden de: ‘¡Los
cinco siguientes! ¡Arriba! ¡Marchen hacia el vagón a paso ligero!’ (Sólo a paso
ligero, para que no vuelva la cabeza, para que no se dé cuenta de nada, para
que avance como si lo persiguiera una jauría y se preocupe sólo de no tropezar
por el desigual camino y trepe al vagón con ligereza). Aquellos haces de luz,
hostiles y espectrales, sirven no sólo para iluminar, sino forman parte de la escenografía del
terror, son el complemento de los gritos, y las amenazas, y los culetazos que
caen sobre los presos; de las órdenes de Orel: ‘Sentados’ (o, a veces, también,
como en la estación de Orel: ‘De rodillas’, y mil personas se arrodillan, como
nuevos peregrinos), o de las prisas, completamente superfluas, pero importantes
para el efecto de terror, con que se los conmina a subir al vagón; de los
ladridos de los perros; de las armas con que se apunta (fusiles o metralletas,
según el año ). Lo importante es quebrar de golpe la voluntad del preso, para
que ni por un momento piense en huida, para que no repare en la ventaja de
haber cambiado los muros de piedra de la
cárcel por las delgadas planchas de madera de un vagón de ganado.”
[7]
La política por la cual
Cuba se deshizo de criminales, enfermos de sida, prostitutas y homosexuales, lo
que el Partido Comunista (patriarcal, jerárquico y de vanguardia
revolucionaria) consideraba como “indeseables”. Reinaldo Arenas lo describe con buena literatura en
su libro Antes de que anochezca.
Desde el inicio de la revolución cubana se organizó el “levantón” de
homosexuales en la isla para eliminar toda manifestación que no fuera “normal”,
bueno, lo normal que podía ser un revolucionario cubano. Incluso, como Stalin y
como Hitler, se recurrió a la idea de “campos”, llamados aquí de reeducación.
La situación continúa hasta la fecha, no importa que Mariela Castro Espín, hija de
Raúl Castro, pidió un cambio en la constitución
y que ésta, también, proteja a los homosexuales.
[8] Como cuando el Che le decía a
Rusia que se comportaba como un país capitalista por darles préstamos y no
ayuda socialista verdadera; y como olvidar aquel dicho, por cierto homofóbico,
“Nikita mariquita lo que se da ya no se quita”, por aquello del conflicto de
los misiles.
[9]
Una de las razones por la
cual los medios sólo se interesan en la inquisición como “eje del mal” (Bush dixit) es porque no forma parte del
poder protestante y anglosajón. De la forma en como lo describe Carlo Ginzburg:
“En una primera etapa, como es sabido, la historia de la Inquisición fue
desarrollada (casi siempre de un modo polémico) desde una óptica exclusivamente
institucional. Más tarde, los procesos inquisitoriales comenzaron a ser
utilizados por los historiadores protestantes que intentaban celebrar la
actitud mantenida por sus antepasados frente a la persecución católica. Un
libro como I nostri protestanti,
publicado a fines del siglo XIX por Emilio Comba, puede ser considerado una
suerte de continuación, sobre el plan archivístico, de la tradición que se
había iniciado en el siglo XVI por parte de Crespin con su Histoire des Martyrs.” Esta actitud continúa hasta la fecha, en esa
misma línea se oculta, sistemáticamente, atrocidades que el occidente de Europa
del norte, Inglaterra y Estados Unidos, han provocado en lo referente a sus
religiones, momentos de verdadera barbarie, del mismo modo que el catolicismo
más brutal. Culpa nuestra es no ir más allá, no dudar por método como recomendó
Karl Marx.
[10]
Cifra que no es cercana a
la documentada por Sthephen Haliczer (1990) en su libro: Inquisition and Society in the Kingdom of Valencia, 1478-1834, que
sitúa la cifra de los muertos de la inquisición en 7000 mil muertes y de
tortura efectiva y tal cual como nos la presentan los documentales por consigna
del History Channel, en torno al 2% de torturados.
[11]Uno de los actos de brutalidad
católica, que en lo personal me desagrada en suma, es el asesinato de Hipatia,
ese hecho, ocurrido en circa 415 0 416 a. de. n. e., es muestra de la intolerancia jerárquica de la iglesia
católica que desde sus inicios ya traían consigo el horror por la diferencia intelectiva.
[12] Y aun así, reconozco a los
“esperanzados y esperanzadas” que como Olga Benario o Luís Carlos Prestes o,
burradas de la vida, Siqueiros, que creyendo
en un Stalin que los motivó a no soportar la muerte y miseria de la humanidad, cometieron errores como cuando Siqueiros intentó asesinar a Trotsky.
[13]
Habría que recordar que
“las visiones sobre la Edad Media” (Mircea Eliade dixit) varían y cada época o
escuela de historia la asume de forma distinta. Para los siglos anteriores al
veinte, Tomás de Aquino no representaba nada, pero para el XX fue la figura más
representativa de la Edad Media. Para el romanticismo Dante era soporífero,
pero para el siglo XX fue el reencuentro con la poesía medieval.
[14]
Cosa que tampoco podemos
aceptar al pie de la letra, a contra pelo de lo dicho por Kirkpatrick Sale
sobre el oscurantismo de la Edad Media, ya que como escribió Luis Zapata (2002:
10-11) en el prólogo a su traducción del texto Tristán e Isolda: “Sin embargo, a medida que se ha ido
profundizando en su estudio y se han puesto al alcance del público los textos
escritos es ese período, la actitud tiende a cambiar; y surgen la sorpresa y el
entusiasmo: ¿de qué otra manera reaccionar ante la abundancia de canciones de
gesta, obras de teatro, lays, fabliaux,
crónicas, poemas?, ¿ante el surgimiento de un género tan complejo y peculiar
como la novela? […] Pocos periodos de la Edad Media son tan fecundos en sus
realizaciones como El siglo XII. Se trata de una época tan rica en la
literatura, la filosofía y el arte, que ‘se experimenta, al considerarla en su
conjunto, una especie de vértigo’. Es tal la efervescencia de este
“Renacimiento”, que parece muy lejano el siglo X, que ofrecía un panorama
desolador: las ciudades casi habían dejado de existir, las hambrunas y las
epidemias habían diezmado la población, había pobreza por todas partes, y las
manifestaciones escaseaban: sólo algunas vidas de santos eran indicio de cierta
actividad? […] ¿Cómo se da, pues, posteriormente, una etapa de prosperidad que
propicia el florecimiento de la literatura y demás artes? Jaques Le Goff señala
que la revolución comercial que sufre en Europa entre los siglos XI y XII está
ligada a varios fenómenos. […] El principal factor es el cese de las
invasiones. Desciende la mortalidad, mejoran las condiciones de alimentación,
se produce un crecimiento demográfico y renace la vida urbana. […] Así, las
ciudades y sus ferias son grandes centros comerciales, las universidades y
escuelas son los centros del saber, y las cortes los de la creación”.
[15]
El poder actúa desde
diversos frentes y nos dice que debemos “tomar en cuenta detalles, matices, y
establecer comparaciones”. Eso nos hace negar las diversas manifestaciones de
lucha, cosa que no entiendo, por otro lado, ya que eso ni los verdaderos
teóricos lo negaron como el propio Marx.
[16]
O como escribió López
Velarde (1987: 8-9): “El país se renueva ante los estragos y ante millones de
pobladores que no tienen otros ejercicios que los de la animalidad.” Y esta
“animalidad”, es promovida por el poder: la curia de las religiones, el sistema
empresarial, el sistema político, las grandes narrativas salvadoras del mundo
(Lyotard), el occidente opresor y sus idea de mundo: su educación instrumental,
su salud precaria, su comercio desigual y neurótico, el mercado en todos los
sistemas económicos (el Che refunfuñando porque Rusia le daba préstamos a Cuba
y no verdadera ayuda de socialistas); en fin.
[17] Prefiero la narrativa de Groucho
(perdón por el chiste pendejo y estereotipado)
[18]
Enrique Dussel en su texto
"Poder político y transformación de las instituciones", describió los puntos de
acuerdo que se establecen entre las palabras de los próceres latinoamericanos
de la izquierda y el discurso real del catolicismo, por ejemplo, frases como
“cuando el pueblo crea en el pueblo” (Fidel Castro) y “Lo que justifica no es
la ley del imperio, sino la fe del resto” (Pablo de Tarso). Entre otros
ejemplos que recoge Dussel (2009: 220-221) de entre Tupac Amaru, César Chávez o
Morelos (claro).
[19]
Incluso, el error de la
Teología de la liberación, no estaría en pretender que es un engaño, estaría
más bien, como dijo Eugene Gogol, en que la teología de la liberación tuvo una
incompleta inmersión en el humanismo de Marx.